En su libro La cultura cívica (1963), los politólogos Gabriel Almond y Sydney Verba sostenían que si un ciudadano es miembro de alguna organización voluntaria, esto le abriría las puertas a un mundo social más amplio. Córdoba ha sido, desde los años 70 del pasado siglo, cuna del asociacionismo en sus múltiples vertientes (incluidas las idiosincráticas peñas) y creadora de un innovador modelo de participación ciudadana que muchos ven ahora peligrar. «El modelo colectivo no le interesa a los jóvenes, no podemos o no hemos sabido ofrecerles un modelo atractivo; el nuestro es del siglo XX y esta generación debe decidir, primero, si quiere participar, porque hay muchas personas que piensan que se pagan impuestos a la administración para que ésta ofrezca servicios y que el ciudadano no tiene que hacer nada, frente a quienes quieren hacer las cosas y colaborar en hacerlas». Lo dice Juan Andrés de Gracia, la voz más autorizada en el ámbito vecinal de la ciudad y presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano (CMC), el órgano permanente de participación e interlocutor oficial con el Ayuntamiento. «De las cien asociaciones vecinales que hay en Córdoba, habrá unas 60 en activo, pero el problema es que somos muy pocos en cada una de ellas», dice.
En general, hay censadas en la provincia 11.000 asociaciones de todo tipo, siendo el porcentaje mayor, un 20%, el de las dedicadas a la promoción de la cultura y la ciencia.
Pese al tesón y la pasión que pone su presidente, Juan Serrano, para mantener vivo el espíritu, las peñas también ven con inquietud los nuevos tiempos. En el 2000 había 200 y actualmente son unas 150, según datos de la Federación de Peñas Cordobesas. La edad media de los nuevos peñistas supera los 40 años y aunque en los últimos tiempos se han ido sumando colectivos cofrades y carnavaleros, lo cierto es que algunas de las más antiguas, como la Peña Azahara, van cerrando por falta de relevo generacional. «Los jóvenes quieren otros compromisos, ocio, viajar, un proyecto personal; las nuevas generaciones no están en ninguno de los modelos clásicos, deben buscar el suyo propio y no tiene por qué ser peor que el nuestro», opina De Gracia.
Las asociaciones vecinales que vertebraron la sociedad a finales del siglo XX dan señales de freno entre los jóvenes, frente a la pujanza del sector cofrade, que ha crecido exponencialmente en la última década
Ángel Ramírez Troyano, licenciado en ciencias políticas y sociología y técnico de investigación en el IESA-CSIC, entiende que las peñas se han quedado «en un rol muy vinculado a las fiestas y las tradiciones» y que ha sido el ámbito de las hermandades el que «está sabiendo llegar mucho a los jóvenes, frente a los problemas de renovación que están teniendo otros movimientos». ¿Y a qué atribuye su éxito?: «Al haber sido capaces de vehicular unas inquietudes más conservadoras surgidas como respuesta a la gran activación social que hubo a partir de la crisis del ladrillo, en 2008 (con el 15M y Stop Desahucios), y están en un momento realmente bueno. Esa oleada más tradicionalista no la han recogido en Córdoba las peñas, la han recogido las hermandades», apunta. «Es muy significativo porque la práctica religiosa no crece, pero las hermandades sí. Si uno mira el espacio político, hay una oleada conservadora. Cuando digo eso no quiero decir que las hermandades sean de derechas, pero sí que tiene un perfil tradicionalista y conservador. Independientemente de la ideología política, en ese sentido. Estamos en una oleada conservadora, de reacción al cambio social; creo que hay cierto vértigo por la inmigración, el cambio climático, el feminismo o la inteligencia artificial, todo esto produce repliegues en la familia, en la parroquia o en la identidad nacional», argumenta este sociólogo.
Las cifras avalan la tesis: si hay un movimiento al que sí se están acercando los jóvenes en Córdoba es al de las hermandades. La asociación El Relicario Cofrade, formada por Juan Moreno, Rafael Á. Requena, Salvador Rivas y Jesús D. Caparrós, lleva unos años haciendo un conteo a pie de carrera oficial de los cortejos de Semana Santa en Córdoba. «El crecimiento en la última década es indiscutible», aseguran. En 2016, las hermandades cordobesas sumaban 30.533 hermanos, mientras que en 2025 alcanzan los 36.041 (es decir, un 18% más; 600 nuevos hermanos por año). Ese incremento ha tenido su reflejo en las procesiones, donde se ha pasado de las 9.290 personas (nazarenos, esclavinas y penitentes, sin contar ni costaleros ni músicos) que la revista Córdoba cofrade contabilizaba en 2011 a 14.490 en 2025, según El Relicario.
De especial relevancia es el fenómeno de los costaleros, gente muy joven que ha invertido la tendencia: los pasos han dejado de tener problemas para completar una cuadrilla y ahora después de las igualás la gente que sobra se queda en lista de espera. Entre las hermandades que más han crecido en la última década, señala El Relicario Cofrade, están las de la Sentencia, la Paz, Merced, la Santa Faz o el Prendimiento. El presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, Manuel Murillo, constata que el apoyo de los jóvenes a las hermandades está siendo «la bomba» en Córdoba.
Además de números, El Relicario Cofrade ha hecho encuestas a un millar de nazarenos cordobeses para conocer su perfil: «El retrato que surge es el de una persona de 32 años de media, en un 57% hombre y en un 43 % mujer. La motivación principal es la devoción, seguida por las promesas personales y la tradición familiar. También aparecen lazos de amistad o la cercanía a la hermandad».
Las asociaciones vecinales se activaron en los 70 con los grandes crecimientos urbanos
Para Ángel Ramírez una de las claves de la capilaridad lograda por el tejido cofrade entre la gente joven está en los colegios concertados o privados vinculados con estas hermandades. «La Iglesia tiene tradición, historia y estructura que, como se decía de la socialdemocracia en su momento, hay que mantener de la cuna a la tumba, es decir, una estructura que apoya todos los momentos vitales de la persona, y los colegios son fundamentales en todo lo que ocurre luego».
El éxito de las hermandades se ha basado, según el sociólogo del IESA, en «haber sabido generar un sistema de financiación vinculado a las fiestas tradicionales, como las cruces, y que obviamente cuenten con la cercanía política de las instituciones. Hay un espacio de apoyo que, por ejemplo, no están encontrando las agrupaciones vecinales, que han pasado de ser centrales en el sistema político cordobés a tener un rol secundario», opina. «Los movimientos vecinales están más o menos en crisis y con una dificultad para representar los intereses, porque las instituciones tampoco le está dando la cancha que le daban, mientras que las hermandades están en una situación financiera y de crecimiento sólida», añade.
De 2016 a 2025, las cofradías han sumado 600 hermanos por año
Juan Moreno, de El Relicario Cofrade, entiende que el crecimiento de los jóvenes en el tejido cofrade no responde a una sola causa y apunta que detrás están la creación de los grupos jóvenes dentro de las hermandades, «que se han convertido en una cantera clave»; la aparición de nuevas corporaciones en barrios como Cañero, Fuensanta, Figueroa o Fátima, «que han generado un fuerte vínculo vecinal y los vecinos sienten esas hermandades como algo propio»; el uso de las redes sociales que cuentan la vida de la hermandad desde una perspectiva más atractiva e incluso lúdica; y una mayor facilidad de acceso a ellas. «Antes había quien percibía las hermandades como instituciones cerradas; hoy la mentalidad ha cambiado: los hermanos se sienten orgullosos de pertenecer a una hermandad, lo cuentan con naturalidad y eso se contagia», comenta Juan, para quien la última clave sería la diversidad de ámbitos de participación que tiene una hermandad. «No es solo salir de nazareno. Hay espacio para la priostía, la música, el costal, la formación, la caridad… Cada uno encuentra su sitio y eso amplía el atractivo».

Verbena de la Federación de Peñas. / Víctor Castro
Todos estos elementos, explica, están redundando en la creación de una tradición familiar que se daba ya en ciudades como Sevilla y que se empieza a ver aquí: varias generaciones que conviven en la misma hermandad.
El documental Ellas en la ciudad, de Reyes Gallegos, refleja de manera exquisita y feminista cómo las asociaciones vecinales se activaron en los años 70 del pasado siglo con los grandes crecimientos urbanos. Las necesidades de infraestructuras básicas (agua, recogida de basuras, colegios, autobús) movilizaron a aquella población (y en especial a las mujeres) alojada en bloques de pisos, que lograron espantar la marginalidad que acechaba a sus barrios a base de pancarta y dignidad. «Hace 50 años empecé en esto pidiendo algo para todos no para mí. Si la participación desaparece, quedarán reivindicaciones específicas pero sin organización ni visión colectiva», lamenta Juan Andrés de Gracia para señalar que solo en los nuevos barrios de Córdoba, como Huerta de Santa Isabel o Nueva Ciudad Jardín, están moviéndose intereses similares a los de los años 70.
Otros colectivos en retroceso, según Ramírez y De Gracia, son las asociaciones feministas, que han tenido «unos años fantásticos y que, sin embargo, se han debilitado por las divisiones internas»; y los de solidaridad y cooperación, «sin relevo y con gente de más de 50 años». El mismo voluntariado tiene también, según los consultados, problemas de cantera. «Solo el tema climático parece activar algo a la gente y no descarto que se forme un movimiento en torno al problema de la vivienda», vaticina el sociólogo, que descarta que las modas estén detrás de estos fenómenos: «No creo que sean modas, son necesidades sociales». Para Juan Moreno está claro: «Hay un factor social y comunitario, en un momento en que muchos espacios de encuentro se han perdido, las hermandades siguen siendo lugares donde se convive, se trabaja por algo en común y se crean vínculos sólidos. Y por encima de todo está la fe», concluye.
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