Aislamiento, soledad, inseguridad, desorientación… Son algunas de las sensaciones que una mala gestión del emprendimiento puede provocar en los fundadores de startups cuando las cosas se tuercen. Y sí, antes o después, para la mayoría del ecosistema la cuesta deviene en una pared demasiado empinada que, no en pocas ocasiones, se lleva por delante la salud mental. Y eso son palabras mayores.
Es una realidad conocida en el ecosistema, que cada día se visibiliza y normaliza más, pero sobre la que todavía se ciernen creencias erróneas del pasado y una cultura empresarial donde el error todavía está estigmatizado.
La vulnerabilidad entendida no como una debilidad, sino como una manifestación de fortaleza liberada de cargas y resistencias impostadas, comienza a hacerse un hueco en un ecosistema startup que ha entendido que la madurez no viene sólo aparejada con la creación de empresas rentables, sino también con mantener unos equipos motivados sin costes inasumibles a nivel emocional y personal.
Nadie acierta a la primera (o muy pocos) y, en cualquier caso, “el precio del aprendizaje se paga antes o después”. Ahora bien, el coste no tiene que ser la salud ni el final del mundo. Es la tesis que defiende el emprendedor en serie Pablo Nebrera, CEO de Brooklyn Fitboxing, su gran caso de éxito. Pero hasta llegar a él, el camino no ha sido sencillo y el borrón y cuenta nueva se ha convertido en su día a día hasta llegar a dar con el proyecto donde han confluido años de conocimiento y experiencias.
“Brooklyn aparece como resultado de un un dolor, un proceso de dolor, pero que es necesario. Salvo que seas un genio, a todos nos pasa. Incluso Apple ha pasado por su camino hasta llegar al éxito. Es cierto que hay gente que ha tenido suerte a la primera, pero por regla general antes o después pagas el precio del aprendizaje. Es necesario para ser un emprendedor”.
“Salvo que seas un genio, a todos nos pasa. Incluso Apple ha pasado por su camino hasta llegar al éxito. Hay gente que ha tenido suerte a la primera, pero por regla general antes o después pagas el precio del aprendizaje”
Su tesis no implica, ni mucho menos, que por ello haya que resignarse al sufrimiento. Lo que urge es un cambio de mentalidad, ver el error y el fracaso como ese paso necesario para avanzar hacia algo mejor.
Nebrera es claro al respecto: “El emprendedor tiene que construir su felicidad en otras patas de la mesa para que el día que falte la pata del negocio, aguantar con los otros pilares que le sujetan: salud, autoestima, familia, amigos… Hay más cosas en la vida”.
El emprendedor en serie Pablo Nebrera.
Esa es la parte más difícil, desprenderse de esa coraza que el fundador se pone de cara a sus clientes, proveedores, inversores… ¿Cómo va a tener un bajón, un mal día, un momento de flaqueza? Y es algo que se prolonga en la esfera más personal: ¿Cómo mostrar a los tuyos que ese proyecto que está copando tu vida te está pasando una factura muy alta? El miedo a defraudar pesa todavía demasiado para muchos de ellos.
De ahí que, sin una revisión de estas cuestiones, la mochila del emprendimiento sea demasiado pesada para miles de startups cada año. Aunque no hay que caer en el abatimiento. El ecosistema ha reaccionado.
Organizaciones como Ancla.Life, de la que Pablo Nebrera es vicepresidente, están haciendo una valiosa labor de acompañamiento a estos fundadores y de revisión de conciencias en el resto de agentes protagonistas del sector.
Pablo Nebrera estará el próximo 29 de septiembre en el evento SOMOS connecta 2025 organizado por CEEI Valencia para trasladar sus reflexiones y experiencias sobre esta materia a startups y empresas.
Su historia es el paradigma del emprendedor que aprende de los fracasos sin perder de vista nunca la meta. Nebrera es ingeniero industrial por la Universidad Pontificia de Comillas (ICAI) y posee un MBA por INSEAD.
Su primera incursión en el mundo profesional fue en el mundo de la consultoría, en Oliver Wyman, pero pronto el gusanillo del emprendimiento le llevó a montar empresas en el sector salud y fitness, con algunos aciertos, muchos errores y un gran aprendizaje que se ha prolongado durante más de dos décadas.
“Sin los fracasos anteriores, Brooklyn nunca hubiera aparecido”
Fundó Brooklyn Fitboxing en 2014, convirtiéndola en una cadena internacional de gimnasios con más de 260 locales en diez países.
Su visión del coste pagado hasta la fecha es clarificadora: “Sin los fracasos anteriores, Brooklyn nunca hubiera aparecido”. Y pone sobre la mesa una de los puntos que más pesa sobre las espaldas del emprendedor cuando las cosas comienzan a ir mal: el sentido de responsabilidad.
“El emprendedor es una persona que tiene una responsabilidad social brutal: con sus empleados, con sus clientes, con las inversiones que hace y eso es parte de la mochila. Soy consciente de que nadie me va a dar una palmadita en la espalda si Brooklyn saliera mal y que recibiría muchísimas críticas, pero la la clave para mí, que es parte de mi trabajo en Ancla.Life, es enseñar al emprendedor a gestionarlo desde la calma”
“Desgraciadamente, un inversor no va a entender que yo salga mañana y diga “Ey, tengo una crisis de salud mental”. Falta mucho camino por construir en esta línea”, añade.
Evitar el aislamiento del emprendedor en esas circunstancias, el coste emocional que conlleva y fomentar una reflexión profunda sobre la necesidad de cambiar consciencias es precisamente parte de la labor que Pablo, al igual que otros emprendedores de referencia en el ecosistema español como Diego Ballesteros, están realizando en los últimos años.
Ahí radica el valor que crean redes como Ancla.Life. “Organizamos grupos de personal boards con lista de espera. Todos necesitamos compartir nuestras situaciones como otros emprendedores, salir de ese aislamiento, y estos foros tienen un gran éxito”.
Sin duda, un ejemplo más de cómo el ecosistema emprendedor español lucha por acabar con el tabú y los estigmas que aún persisten en torno al error. El proceso está en marcha. El cambio ha llegado.
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