Northvolt, el gran fiasco europeo de las baterías para coches eléctricos: quebrado y ahora en manos de EEUU

El imperio de burocracia y despilfarro de dinero público en que se ha convertido Europa tiene uno de sus principales ejemplos en la megaempresa de baterías que se convirtió en la gran punta de lanza del esquema industrial diseñado desde los despachos de Bruselas para cumplir con los dogmas ideológicos de los burócratas preocupados por el cambio climático y no por ayudar a que la industria resuelva por sí misma los desafíos de producción.

Northvolt se convirtió en 2017 en la gran apuesta europea para abastecer a los países e industrias del viejo continente de las baterías necesarias para la economía electrificada que estaba llamada a luchar contra el cambio climático reduciendo las emisiones de CO2. Todo respondía al plan de desarrollo industrial diseñado por aquellos que decidieron, entre otras cosas, que a partir de 2035 no podrían fabricarse ni venderse coches de combustión en el viejo continente para alcanzar la “neutralidad climática” en 2050: es decir, emisiones 0 de CO2.

Pues bien, esa empresa, que nació en 2015 como SGF Energy y que fue fundada por Peter Carlsson (antiguo ejecutivo en Tesla Motors), cambió de nombre en 2017 a Northvolt. Establecida en Suecia, se convirtió en la gran apuesta europea para abastecer de baterías a los coches eléctricos fabricados en Europa. Esta posición la convirtió en el destino de inversiones milmillonarias no sólo de la industria automovilística, sino también de instituciones públicas. Cientos de millones de euros de nuestros impuestos han sido drenados a Northvolt durante estos años.

Se convierte así en el gran proyecto europeo destinado a competirle de tú a tú a los gigantes fabricantes de baterías de China y EEUU. Tenía el ambicioso objetivo de pasar de fabricar el 3% del volumen total de baterías del mundo al 25%, para lo que empleó a 6.500 trabajadores entre Suecia y Alemania, con una ingente inversión en I+D+i. Northvolt quebró a finales del año pasado. Una deuda de casi 6.000 millones acabó con ella.

Ante de la quiebra, Northvolt recibió inversiones milmillonarias. Volkswagen fue accionista principal de la compañía con un 21% (se calcula que inyectó unos 1.400 millones de euros). Volvo montó una joint venture con Northvolt por valor de 2.700 millones de euros. BMW también invirtió unos 1.000 millones de euros y había comprometido otros 2.000 millones en compra de baterías. Otras compañías industriales como Scania también invirtieron. Una corriente inversora a la que se sumaron Goldman Sachs y fondos de capital riesgo, tal y como recoge el medio especializado Xataka.

Pero en Northvolt no sólo se ha dilapidado capital privado. También público. El BEI (Banco Europeo de Inversiones) puso más de 1.000 millones. El gobierno alemán había comprometido subvenciones por 700 millones a la compañía. Otros gobiernos como el de Quebec también se apuntaron a otorgar subvenciones. Así, entre capital público y privado, había conseguido atraer 15.000 millones de euros.

¿Todo perdido?

Ahora queda por ver si se recupera parte de lo que se ha perdido, ya que la gran promesa de las baterías para coches eléctricos en Europa ha sido comprada por la compañía norteamericana Lyten. Vamos, que nuestro gigante de baterías ahora pasa a manos norteamericanas.

Lyten ha comprado Northvolt a precio de risa, según algunas fuentes. Aunque la cantidad no ha trascendido de forma definitiva, se estima que la operación se ha cerrado en alrededor de 600 millones de euros. Por supuesto, el gran problema es asumir la deuda de casi 6.000 millones que soporta la compañía.

Así, una startup de Silicon Valley ha conseguido hacerse con el gran gigante europeo de las baterías. La especialidad de la americana es el suministro de baterías de litio-azufre y habría conseguido una financiación de 650 millones de dólares para la compra, tal y como reflejan en su propia página web. Además, Reuters dice que habría logrado levantar otros 200 millones para acometer la operación.

Sea como fuere, el mal desempeño de Northvolt, incapaz de hacer frente a las entregas en tiempo y forma de sus baterías para los fabricantes europeos, y que le hizo perder un contrato de 2.000 millones de euros de BMW, terminó por sepultar a una compañía.

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