Las patas de los gatos siempre han despertado fascinación entre quienes conviven con ellos. Suavidad, ternura y un particular aspecto redondeado hacen de las almohadillas una de las zonas más llamativas de estos animales. Sin embargo, su papel va mucho más allá de lo estético, tal y como explican los expertos en veterinaria y comportamiento animal.
La web de contenidos científicos Live Science ha recopilado explicaciones de expertos sobre este tema. El biólogo evolutivo Jonathan Losos, de la Universidad de Washington, señala que las almohadillas no son un rasgo exclusivo de los gatos, sino que la mayoría de animales del orden Carnivora, como perros, osos, nutrias o mapaches, las tienen en alguna u otra forma. Su origen se remonta a unos 50 millones de años, cuando apareció este grupo, y desde entonces se ha mantenido porque ofrece ventajas evidentes. Su papel más destacado es el de amortiguadores naturales, capaces de absorber impactos y proteger huesos y articulaciones. Gracias a ello, los gatos pueden correr, saltar o caer desde alturas considerables con una resistencia que difícilmente encontraríamos sin estas estructuras.
El secreto de esta resistencia se encuentra en su composición. El interior de las almohadillas contiene tejido graso unido a colágeno, lo que les otorga una textura blanda y al mismo tiempo firme. Al comprimirse, estas estructuras se vuelven más rígidas, maximizando su capacidad de absorción de impactos. De hecho, su diseño ha inspirado incluso investigaciones de calzado militar especializado para reducir lesiones en saltos de gran altura.
Más funciones de las almohadillas
Además de proteger huesos y articulaciones, las almohadillas proporcionan tracción. Gracias a ellas, los gatos pueden desplazarse con sigilo, trepar con agilidad o frenar en seco sin resbalar. Otro aspecto fundamental es su sensibilidad: son capaces de detectar variaciones mínimas de temperatura y diferencias de textura. La consultora en comportamiento animal Amy Shojai subraya en declaraciones a Live Science que los gatos detectan pequeñas diferencias de temperatura a través de sus almohadillas, lo que les ayuda en la exploración y en la caza.
A ello se suma un elemento menos conocido: las almohadillas son de las pocas zonas del cuerpo del gato que cuentan con glándulas sudoríparas. En momentos de estrés, pueden dejar huellas húmedas en el suelo, una señal de que el animal está tratando de regular su temperatura interna. Este mecanismo se combina con el habitual lamido del pelaje, que sigue siendo su principal método de enfriamiento.
Finalmente, el color de las almohadillas está relacionado con la pigmentación del pelaje. Los gatos de manto oscuro tienden a tenerlas negras o marrones, mientras que los de pelaje claro suelen mostrar tonos rosados. Los expertos recomiendan observarlas con atención, ya que cambios de color, sequedad extrema o hinchazón pueden ser indicadores de problemas de salud que requieren revisión veterinaria.
Las patas de los gatos siempre han despertado fascinación entre quienes conviven con ellos. Suavidad, ternura y un particular aspecto redondeado hacen de las almohadillas una de las zonas más llamativas de estos animales. Sin embargo, su papel va mucho más allá de lo estético, tal y como explican los expertos en veterinaria y comportamiento animal.
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