Luz de gas, el maltrato emocional sutil que te hace dudar de ti misma

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­ Ilustración de Riki Blanco

El día que el identificador de llamadas de su teléfono fijo dejó de funcionar, Inmaculada, de 53 años, llamó a su compañía. Al otro lado de la línea, una persona le informó de que alguien había llamado para cancelar ese servicio que había contratado para el teléfono de la casa que compartía con su entonces pareja. “Le pregunté a él y aseguró que no había sido. La primera vez pensé que sería un error pero cuando pasó más veces…”, deja sin terminar la frase. Porque durante los diez años que duró su relación, esa no fue ni la primera ni la única vez que Inmaculada escuchaba a su novio negar lo evidente, atacarla porque lo que ella decía no tenía sentido o no era como ella creía o había vivido.

Como cuando encontró un cargo en la tarjeta de crédito que compartían y que correspondía a una página web de porno: “Decía que ni idea, que yo estaba muy estresada, o que igual él no se había dado cuenta, que estaba muy angustiado, que tenía mucho trabajo…”. O cuando descubrió que los recibos de su comunidad no se estaban pagando –tarea de la que él decía encargarse– y él se negó a aceptar los hechos y darle una respuesta. Hablar, incluso, sobre asuntos en los que ella estaba especializada se convirtió en algo imposible: “Me discutía todo, incluso afirmaciones sobre mi trabajo que luego sí le reconocía a otras personas delante de mí”.

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