El mundo despide con profunda tristeza a Jane Goodall, la mujer que cambió para siempre la manera en que entendemos a los animales y nuestro vínculo con la naturaleza. La pionera británica en el estudio de los chimpancés falleció a los 91 años, según informó este miércoles el Instituto Jane Goodall, la organización que fundó y que continúa extendiendo su mensaje alrededor del mundo.
Goodall, quien también fue Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas, partió debido a causas naturales mientras se encontraba en California, en plena gira de charlas. Hasta sus últimos días, la etóloga dedicó su vida a recordarnos que no estamos solos en este planeta y que toda forma de vida merece respeto y cuidado.
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Su trabajo revolucionó la ciencia y el corazón humano. Con paciencia y ternura, se adentró en los bosques de Tanzania para observar a los chimpancés en su propio hábitat. Allí, entre ramas y sonidos de la selva, descubrió que estos seres no solo usaban herramientas, sino que también expresaban emociones complejas, mostrando que la frontera entre humanos y animales era mucho más difusa de lo que se creía.
Lejos de ser una observadora distante, Jane se convirtió en una amiga de la selva. Se sentaba bajo los árboles, imitaba sus gestos y compartía plátanos con los chimpancés, construyendo un lazo de confianza que abrió las puertas a conocimientos jamás antes revelados. Su capacidad de acercarse a ellos con respeto y amor transformó la investigación científica en un acto de empatía.
Goodall no se limitó a la ciencia: fue una incansable defensora de la vida. Alzó la voz contra la destrucción de hábitats, la caza furtiva y la indiferencia humana. A través de campañas y proyectos, enseñó que proteger a los animales es también protegernos a nosotros mismos, porque formamos parte de un mismo tejido natural que necesita equilibrio y cuidado.
Nacida el 3 de abril de 1934 en Londres, desde pequeña soñaba con vivir entre animales. Años más tarde, ese sueño la llevó hasta África en la década de 1950, donde comenzó una aventura que no solo marcaría su vida, sino también el destino de la conservación mundial. Su ejemplo inspiró a generaciones de científicos, ambientalistas y jóvenes que ven en la naturaleza un refugio y una responsabilidad compartida.
Hoy, aunque Jane Goodall ya no camina entre nosotros, su legado permanece vivo en cada chimpancé protegido, en cada bosque defendido y en cada niño que aprende a cuidar de los animales. Su vida nos recuerda que el respeto por los seres vivos no es una opción, sino una obligación moral que garantiza nuestro propio futuro en este planeta compartido.
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