La historia de la tecnología muestra un patrón repetido: quienes logran adaptarse primero son quienes terminan liderando los cambios. Esto sucedió con la llegada del ordenador personal, con la expansión de internet y posteriormente con la masificación de los teléfonos inteligentes.
Hoy, el nuevo punto de inflexión tiene nombre propio: la inteligencia artificial (IA). Ya no se trata de un concepto de ciencia ficción, sino de una herramienta cotidiana que está transformando sectores enteros.
Aunque su alcance aún no ha sido totalmente asimilado por la sociedad y las empresas, su impacto se mide no solo en términos de innovación, sino también en el terreno laboral. La gran pregunta es: ¿qué pasará con quienes no logren adaptarse a tiempo?
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Para responder a este escenario, el divulgador español de inteligencia artificial Jon Hernández compartió sus reflexiones en el pódcast La fórmula del éxito, dirigido por Uri Sabat.
En su intervención advirtió que el tiempo para ponerse al día es limitado y que la ventana de oportunidad será breve. Su diagnóstico fue contundente y no dejó espacio para interpretaciones ambiguas: el futuro laboral de quienes no se familiaricen con la IA está en riesgo inminente.
La inteligencia artificial redefine empleos y exige adaptación rápida para no quedar atrás. Foto:iStock
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“En dos años, fuera del mercado”
Hernández afirmó con claridad que la transformación laboral será radical en muy poco tiempo. “Yo creo que en dos años pueden cambiar mucho las cosas. Hasta el punto de que, en dos años, aquella persona que no sea fluida en inteligencia artificial estará fuera del mercado laboral. Eso en España, ya no te digo a nivel de otros sitios donde igual es antes”, señaló.
La base de su argumento se sostiene en la velocidad a la que evoluciona la tecnología frente a la lentitud con la que las empresas la adoptan. Según él, todavía hay compañías que mantienen procesos manuales, incluso en gestiones básicas. “Todavía vemos compañías que siguen gestionando procesos con albaranes manuales, cuando ni siquiera han integrado Excel. Es tristísimo, pero real”, comentó.
Esa brecha entre lo que la tecnología ofrece y la disposición de las organizaciones para incorporarla, según el especialista, genera una falsa seguridad para los trabajadores.
“Hoy, la suerte de quien no sabe de inteligencia artificial es que su jefe sabe aún menos. Si supiese lo que yo sé, ya le habría reemplazado”, añadió en su intervención. Para Hernández, esa ventaja temporal desaparecerá pronto y marcará un punto de quiebre en la empleabilidad.
En dos años la falta de fluidez en IA pondrá en riesgo la empleabilidad, advierte experto. Foto:iStock
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La barrera de la adopción
El divulgador también puso de relieve que las limitaciones no están en la efectividad de la inteligencia artificial, sino en factores humanos y estructurales que frenan su integración. “Por costes, por cultura empresarial o porque tu jefe es un dinosaurio… La resistencia está ahí”, explicó. Aun así, aseguró que esta resistencia tiene un límite temporal.
En su visión, en el corto plazo, el mercado laboral llegará a un punto en el que la adopción de estas herramientas será inevitable. “En dos años estaremos en un punto en el que todo el mundo utilizará inteligencia artificial en el trabajo, sí o sí. Y si no sabes usarla, salvo que tu empleo no implique un ordenador, no te van a contratar”, afirmó.
Lo planteado por Hernández no constituye únicamente una advertencia, sino un llamado a la acción para profesionales y empresas. La enseñanza es clara: aprender a manejar la inteligencia artificial ha dejado de ser un valor añadido para convertirse en una competencia mínima necesaria.
La irrupción de esta tecnología ya no es un fenómeno del futuro, sino una realidad presente que redefine cómo trabajamos. La cuestión central, concluyó el especialista, es si cada persona podrá adaptarse a tiempo antes de que el cambio se imponga sin margen de elección.
*Este contenido fue escrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de conocimiento público divulgado a medios de comunicación. Además, contó con la revisión de la periodista y un editor.
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