Las Palmas
David Moher (Dublín, 1957) lleva décadas trabajando para mejorar la credibilidad del sistema científico y visita España, precisamente, cuando la confianza en la ciencia sufre el impacto de la falta de transparencia de las investigaciones y de la extensión del negacionismo, que en Estados Unidos es ya la política sanitaria. Atiende a la Cadena SER antes de dar la conferencia inaugural del congreso de la Sociedad Española de Epidemiología, en Las Palmas de Gran Canaria. Reconoce su tristeza al observar que tanto en Estados Unidos como en Canadá están aumentando de forma preocupante los casos de sarampión infantil entre menores que nunca han sido vacunados. “¿Vamos a vivir una repetición del COVID que fue catastrófico a nivel global”, se pregunta Moher, que avisa: “si no somos capaces de aprender de la ciencia vamos a fracasar estrepitosamente. Es muy posible que si el COVID aumenta tengamos una repetición de la pandemia”.
P. ¿Tiene la ciencia un problema de credibilidad actualmente?
R. Sí, lo tiene.
P. ¿Un problema de credibilidad entre la opinión pública o también entre la comunidad científica?
R. Yo creo que es un problema de credibilidad en todas partes: entre los científicos, entre el público, entre los pacientes, entre los responsables de tomar decisiones, los políticos. Creo que tenemos un problema de credibilidad global en cuanto a la ciencia, y pienso que debemos trabajar duro juntos para mejorar las cosas.
P. ¿Cuáles son las principales causas de este problema de credibilidad?
Bueno, creo que probablemente durante la COVID y después de la COVID surgieron algunos problemas centrales de reproducibilidad. No podemos reproducir la ciencia para obtener los mismos resultados. Eso es problemático. Los investigadores no comparten sus datos. La postura es “Soy investigador, créeme”, y creo que eso no es una buena idea. Deberíamos creerles cuando vemos sus datos y comprobamos que la información es reproducible. Tenemos un problema de transparencia. Creo que eso es muy problemático, y creo que los pacientes y el público se preocupan cuando ven información como que se han retirado 10.000 artículos, aunque sea un porcentaje muy pequeño de los 1,5 millones de artículos que se publican cada año. Es lo suficientemente grande como para que se cuestionen si deben confiar en lo que ven.
Y ahora tenemos lo que llamamos publicaciones depredadoras. Tenemos publicaciones de fábricas de artículos, lo que significa que puedes pagar para tener un artículo, puedes pagar para aparecer como autor, ya sea como primer autor o como último autor. Estos son problemas de credibilidad que preocupan al público. Y, sinceramente, no los culpo. Creo que está bien que se cuestionen.
Otro problema de credibilidad que veo en la ciencia, al menos en la ciencia biomédica, es básicamente cómo se contrata a los científicos, cómo se les asciende y cómo obtienen la titularidad. Es la noción de “publica o perece”, y eso empuja a publicar tanto como se pueda, sin preocuparse siempre por la calidad, solo por publicar. Porque si no consigo suficientes publicaciones, no me van a contratar. Si no consigo suficientes publicaciones, no me van a ascender ni voy a obtener la titularidad. No debería ser así. Creo que es parte del problema fundamental de la confianza en la ciencia.
P. ¿Y en qué momento se decidió que el mejor investigador es el que más publica?
R. Esa es una muy buena pregunta. Y he investigado mucho para encontrar de dónde viene eso. No hay datos que digan que hay evidencia de que cuantas más publicaciones, más brillante eres, o que cuantas más publicaciones, mejores son tus contribuciones. Lo que creo que pasó, desafortunadamente, según lo que he investigado, es que hace muchos, muchos años, un grupo de hombres, hombres mayores de pelo blanco, se sentaron en una sala y dijeron: “Oh, así lo hice yo, así que vamos a hacer que todos los demás lo hagan igual”. Y quizás durante un tiempo eso estuvo bien. Pero hoy no está bien.
Tenemos mucha evidencia de que hay problemas significativos que deberíamos abordar colectivamente. Reunirnos y tratar de trazar un camino hacia adelante. Eso es lo que necesitamos hacer. Y necesitamos obtener evidencia. Si alguien me dice: “David, cuanto más publiques, más brillante eres”, yo diría: “Vale, ¿puedes mostrarme los datos sobre eso? ¿Dónde están los estudios, la evidencia?”. No hay.
En un mundo donde valoramos la medicina basada en evidencia, la salud pública basada en evidencia, no podemos simplemente decir que las publicaciones importan si no hay evidencia. No podemos hacer eso. Tenemos que vivir según nuestra ciencia.
Así que no sé cómo el número de publicaciones se convirtió en el criterio, pero ese número está vinculado a ventajas reputacionales para las universidades, al ranking de universidades, todas esas cosas locas que lees cada semana. Pero es irrelevante. Lo que es mucho más relevante es qué están haciendo las instituciones y las personas dentro de esas instituciones —el profesorado y el personal— para ayudar a la comunidad.
P. ¿Qué otros tipos de criterios deberían seguirse?
R. Lo que creo que es muy, muy importante, especialmente en la investigación biomédica, es compartir los datos. Tenemos mucha evidencia —no es mi opinión, es evidencia— de que los investigadores biomédicos no comparten sus datos. Y alguien podría decir: “¿Por qué es importante compartir los datos?” Porque tenemos mucha evidencia de problemas de reproducibilidad. Algunas personas dicen que es una crisis de reproducibilidad. Otras dicen: “No me gusta la palabra crisis”. Llámalo como quieras. Hay un problema de reproducibilidad. Tenemos una enorme cantidad de evidencia sobre eso.
La única manera en que realmente se puede evaluar la reproducibilidad —o quizás debería decir una de las formas más importantes— es teniendo acceso a los datos para ver si puedes reproducir, si puedes replicar la investigación. Así que una cosa que se debería hacer, por ejemplo, es que las sociedades españolas y portuguesas de epidemiología deberían abogar explícitamente por compartir los datos. Deberían firmar declaraciones como DORA, que es la Declaración sobre Evaluación de la Investigación, y que promueve un cambio fuerte de “publica, publica, publica” hacia cosas como “comparte tus datos”. Para mí, compartir datos es fundamental.
Otras cosas importantes son la reproducibilidad. Por ejemplo, en Canadá, de donde soy, hemos lanzado recientemente una Red Canadiense de Reproducibilidad. No sé si existe una red de reproducibilidad en España o en Portugal, pero quizás esta sociedad que organiza esta reunión podría abogar por ello, podría promoverlo. Hay redes de reproducibilidad en muchos lugares del mundo. Así que necesitamos avanzar en esa dirección.
Creo que el conjunto más importante de acciones que podemos tomar está en el ámbito institucional. Las instituciones deben dejar esta locura de “publica, publica, publica” y deben decir: “Voy a evaluarte para promoción o titularidad en función de si has compartido tus datos, si has registrado tu estudio, si practicas ciencia abierta”. Ese tipo de cosas. Sabemos que esas prácticas son importantes, que conducen a una mayor transparencia y que son una forma de devolver algo a la comunidad. ¿Mentorizas a personas? ¿Revisas artículos? Eso es importante para la comunidad. Y entonces, no se trata de cuántas publicaciones tienes. ¿Cuántas publicaciones necesita una persona? Si alguien tiene 100 publicaciones, ¿necesita 500? No se trata del número, sino de la contribución que el individuo y la institución hacen.
P. ¿Y hay sistemas de investigación o instituciones que estén trabajando en eso, o hay resistencias?
R. Hay algunas instituciones que están trabajando en ello. No hay suficientes, y sí, hay cierta resistencia. Desafortunadamente, hay personas que han pasado por el sistema y dicen: “Yo lo hice así, tú también tienes que hacerlo así”. Necesitamos preguntarnos: “Lo hice así, pero ¿quizás hay problemas? ¿Quizás funcionó hace 50 años, pero en 2025 ya no es un enfoque adecuado?”
En Europa hay una organización llamada CoARA que definitivamente está avanzando en esa dirección. También está DORA, que mencioné antes, otra organización que promueve ese cambio. Así que sí, hay grupos que están avanzando en esa dirección, pero no son suficientes y van demasiado lento. Y creo que necesitamos que las personas en las instituciones se muevan un poco más rápido.
P. Mientras se trabaja en eso, tenemos negacionismo y países donde se atacan las libertades universitarias y se imponen medidas restrictivas contra la evidencia científica en salud pública. ¿Diría que la ciencia está atravesando una fase crítica?
R. Creo que en ciertas partes del mundo sí. Por ejemplo, en Estados Unidos, los Institutos Nacionales de Salud han perdido alrededor del 40% de su financiación para científicos. La Fundación Nacional de Ciencia, creo, ha perdido el 80% de su presupuesto destinado a científicos. Estos son problemas muy, muy graves. Literalmente, miles y miles de científicos están perdiendo su financiación.
También vemos que, particularmente en Estados Unidos —que históricamente ha tenido un gran presupuesto para ciencia y salud pública— ahora hay enormes restricciones, una pérdida enorme de financiación para vacunas. Pero el trabajo sobre vacunas también se usaba para tratamientos contra el cáncer y otros tratamientos. Así que esto es, en mi opinión, un cambio dramático hacia atrás, no hacia adelante.
Estamos viendo cosas en la ciencia que nunca antes habían ocurrido. Por ejemplo, Annals of Internal Medicine publicó un artículo en julio que mostraba que muchos de los daños atribuidos a las vacunas infantiles en realidad no existen. Esto se basó en datos daneses de más de un millón de niños. En dos semanas, el Secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., exigió que el artículo fuera retirado de la revista. Esto nunca lo habíamos visto en la ciencia. Son cambios dramáticos, en mi opinión, hacia atrás.
Y creo que lo que debemos asegurar es que países como España, Portugal, Canadá y muchas otras partes del mundo resistan esto y aumenten la financiación para la ciencia. Deben llenar esos vacíos que existen. En Canadá —no puedo hablar por España o Portugal porque no lo sé— vemos que muchos científicos estadounidenses vienen a trabajar a Canadá, y eso es maravilloso para nosotros. Pero también es extremadamente triste que la situación haya empeorado tanto que esto tenga que ocurrir. No ayuda a la ciencia, y más importante aún, no ayuda al público ni a los pacientes. Y debemos pensar en ellos más que en nadie.
P. Ayúdenos a entender los riesgos de negar los beneficios de la vacunación.
R. Es muy posible que, si la COVID vuelve a aumentar, tengamos una repetición de la gran tristeza de la epidemia de COVID. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde se ha retirado toda esta financiación, murieron más de un millón de personas. No estamos hablando de personas con COVID persistente o con otras enfermedades asociadas, estamos hablando de personas que perdieron la vida: más de un millón. Eso es catastrófico.
Así que los países y regiones del mundo que no promueven la vacunación, están abriendo la puerta a una repetición de lo que ocurrió con la COVID. Me entristece mucho decir que tanto en Estados Unidos como en Canadá hay un gran aumento de casos de sarampión infantil, y la mayoría de los niños que han tenido sarampión nunca fueron vacunados. Eso es terrible. Si no podemos aprender de la ciencia, vamos a fracasar estrepitosamente. Y creo que el público tiene derecho a preocuparse: ¿vamos a traer de vuelta enfermedades que pensábamos que estaban erradicadas? ¿Vamos a tener una repetición de la COVID, que fue catastrófica a escala global? Esa es mi preocupación cuando la gente quiere negar la ciencia, negar la utilidad de las vacunas, incluida la vacunación contra la COVID, que salvó millones de vidas.
P. Aquí en Europa, por ejemplo, en Italia, tenemos brotes de tosferina. ¿Por qué cree que ha disminuido la confianza en las vacunas?
R. Porque tenemos —en el lenguaje de 2025— influencers. Y algunos de esos influencers tienen un poder enorme. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos un Secretario de Salud y Servicios Humanos que no es médico, ni enfermero, ni clínico de ningún tipo. Su formación es en derecho. Y él, junto con organizaciones con las que ha trabajado y otras personas, han propagado la idea de que las vacunas no funcionan. Son personas con influencia, con posiciones de enorme poder.
Desafortunadamente, incluso hay médicos y supuestos científicos —en Francia y en otras partes del mundo— que convencieron a dos presidentes, el de Francia y el de Estados Unidos, de que una pastilla para caballos funcionaba contra la COVID. Pero cuando la gente lo examinó más de cerca, lo que encontraron fue ciencia basura. Muchos de esos artículos han sido retirados. Muchas de esas personas están siendo investigadas. Varias han sido expulsadas de organizaciones científicas. Pero eran influencers, lograron influir, y era difícil mirar la ciencia [acceder a los datos] con claridad.
Era difícil mirar la ciencia, pero cuando la gente lo hizo, vio los problemas. Y cuando yo miro la ciencia y digo que no es perfecta, me arriesgo a que me digan: “Eres muy negativo. ¿Por qué no eres más positivo? ¿Por qué no ves que todo es maravilloso?”. Pero mira, estos son los datos. No estoy mintiendo. Aquí están los datos.
Así que personas como yo, y muchas otras, no siempre somos vistas de forma positiva. Se nos ve como “los negativos”, como si no supiéramos de qué hablamos. Mientras tanto, los influencers, personas que no saben nada de ciencia, ni de medicina, ni de salud pública, dicen lo que quieren, y desafortunadamente, cada vez más personas les creen.
(Nota: esta entrevista se ha realizado en inglés y se ha utilizado una aplicación de IA para traducirla al español).
QvaClick recopila noticias desde fuentes oficiales y públicas. Los derechos pertenecen a sus respectivos autores y editores. QvaClick no se hace responsable de los contenidos externos enlazados.
En QvaClick puedes lanzar tu proyecto hoy mismo o empezar a vender tus servicios. ¡Conéctate con clientes y freelancers en un solo lugar!
Copyright 2025 © QvaClick. All Rights Reserved.