Arabia Saudí ha dado un nuevo paso en su ambición de convertirse en potencia tecnológica con el lanzamiento de Humain Chat, un chatbot que promete ajustarse a los valores islámicos.
El proyecto, financiado por el poderoso fondo soberano del reino, busca abrirse paso en un mercado dominado hasta ahora por gigantes occidentales como OpenAI, Google o la propia X de Elon Musk.
El chatbot se estrena en territorio saudí, pero sus desarrolladores aseguran que está concebido para una audiencia mucho más amplia: los más de 400 millones de hablantes de árabe y alrededor de 2.000 millones de musulmanes repartidos por el mundo.
La compañía detrás del proyecto, también llamada Humain, insiste en que su sistema no solo habla árabe con una fluidez sin precedentes, sino que además refleja las normas culturales y religiosas de la región, según cuenta The Times.
Una IA islámica
A diferencia de sus competidores más irreverentes, Humain Chat se apoya en el modelo de lenguaje Allam 34B, diseñado en Arabia Saudí, con el objetivo de garantizar lo que sus creadores describen como una “profunda alineación con la cultura islámica y de Oriente Medio”.
La empresa subraya que la herramienta incorpora salvaguardas para evitar respuestas contrarias a los principios religiosos del país.
Queda por ver cómo manejará preguntas sobre temas sensibles como la homosexualidad o el ateísmo, ambos perseguidos por la ley saudí.
Mientras sistemas como ChatGPT, Gemini o Grok (de Musk) admiten que estas cuestiones forman parte de la libertad individual, Humain Chat difícilmente seguirá la misma línea.
La comparación con Grok es reveladora: el bot de X ha sido acusado de comportamientos erráticos, desde usar blasfemias y personajes animados sexualizados hasta elogiar a Hitler o criticar a su propio creador.
El contraste que busca Riad es claro: un modelo predecible, culturalmente controlado y políticamente alineado con los intereses del reino.
Rivalidad con Emiratos
Humain Chat no surge en un vacío. Arabia Saudí se enfrenta en este terreno a Falcon 3, un modelo desarrollado por Emiratos Árabes Unidos, su socio y rival regional en la carrera tecnológica.
Aunque ambos países cooperan estrechamente en materia de seguridad y economía, compiten por ser reconocidos como el principal polo de innovación del Golfo.
Para reforzar sus credenciales, el reino presume de músculo financiero: Humain dispone de una “guerra de caja” de 10.000 millones de dólares, respaldada por el fondo soberano.
En paralelo, Riad ha invertido en centros de datos y en la compra de procesadores de Nvidia durante la visita de Donald Trump a la región el pasado mayo, un gesto que revela la intersección entre política, tecnología y estrategia geopolítica.
Visión 2030
El lanzamiento se enmarca en el ambicioso plan Visión 2030 del príncipe heredero Mohamed bin Salmán, que persigue reducir la dependencia saudí del petróleo y proyectar una imagen de modernidad y apertura al exterior.
De ahí surgen no solo inversiones en inteligencia artificial, sino también en turismo, deportes, videojuegos y macroproyectos urbanísticos como Neom, la futurista ciudad lineal en pleno desierto.
El Gobierno ha acompañado estas inversiones con tímidas reformas sociales: más derechos para las mujeres, conciertos y espectáculos antes impensables en el reino.
Sin embargo, la apertura convive con una dura represión política y con el mantenimiento de la pena de muerte para delitos que incluyen el tráfico de drogas.
La tensión entre liberalización y control religioso sigue marcando el rumbo del país.
En el ámbito cultural, las contradicciones se han hecho visibles. En 2023, un concierto de la rapera Iggy Azalea en Riad fue cancelado de forma abrupta tras un incidente con su vestuario y unas letras acusadas de blasfemas.
Episodios así muestran el delicado equilibrio que busca el régimen: atraer a un público joven y global sin alienar a los sectores más conservadores.
Modelo a exportar
Si logra consolidarse, Humain Chat podría convertirse en la primera gran alternativa islámica a la inteligencia artificial occidental.
Sus creadores aspiran a extenderlo en árabe e inglés a toda la región y al resto del mundo, presentándolo como una tecnología “hecha en casa, para el mundo”.
El desafío es mayúsculo: competir con empresas que ya marcan el ritmo de la IA global y, al mismo tiempo, convencer de que un chatbot diseñado bajo un estricto marco religioso puede tener atractivo internacional.
Lo que está claro es que Arabia Saudí quiere que su huella en el futuro tecnológico no se limite a ser cliente o inversor, sino fabricante de su propia narrativa digital.
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