La vocación docente de Walter Velásquez no surgió de manera fortuita, sino como resultado de un entorno familiar marcado por los libros y el compromiso con la educación. Desde muy pequeño sintió que la enseñanza era un camino inevitable en su vida. “Desde muy niño se cultivó esa iniciativa en mí”, recuerda. Su madre era bibliotecaria, aunque originalmente profesora. “Mi mamá es profesora, pero en realidad se ha dedicado a ser bibliotecaria. Ella es una apasionada de las libretas, y desde muy pequeño me llevaba a las bibliotecas. Desde muy pequeño era un ayudante para mi mamá, entonces aprendí esa solidaridad de compartir aprendizajes, y ella me decía: “Tú tienes que aprender rápido, porque tienes que enseñar a otros niños”, confiesa Velásquez.
La docencia para Walter nunca fue un asunto de aulas tradicionales, con tiza y pizarra como únicos instrumentos, sino una experiencia que debía estar íntimamente ligada con la realidad de su comunidad. En ese sentido, la vida lo llevó a convertirse en profesor en una de las zonas más complejas del Perú: el VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro). Una región marcada por la pobreza, la falta de oportunidades y una cobertura educativa muy limitada, pero que, al mismo tiempo, estaba llena de niños y jóvenes con un potencial enorme por descubrir.
Walter Velásquez desarrolla varios robots en su laboratorio. Foto: Cortesía Walter Velásquez
El origen de ‘Kipi’: el primer robot quechua-hablante creado para enfrentar la crisis educativa rural durante la pandemia del Covid-19
El momento decisivo llegó en 2020, cuando la pandemia paralizó el sistema educativo mundial y dejó en evidencia las desigualdades más profundas. ‘Kipi’ nace en la pandemia, en el año 2020, cuando cerraron las escuelas y nos pusieron el reto a los profesores de poder armar alguna estrategia para seguir enseñando”, recuerda. En aquel tiempo, la mayoría intentó llegar a los estudiantes por teléfono o WhatsApp. “Empecé a llamar a mis alumnos y, en concreto, la mitad me contestó, y otros 30 alumnos no me contestaban, y era natural, porque su comunidad no tenía cobertura de internet, no tenían planes de datos, no tenían celulares… todo un problema de la educación rural”, relata. Ante esa realidad, Walter decidió ir él mismo a las comunidades con materiales impresos.
Algunas veces las mejores creaciones vienen cuando menos lo piensas. Eso le pasó a Velásquez: “Regresé al laboratorio y, de repente, vi una galonera para un cuerpo, vi una radio que para mí era una cabeza, una balanza, unas piernas, y dije: ‘Voy a programar un robot porque puede orientar a mis alumnos”, relató emocionado. Con piezas recicladas, programó un procesador extraído de su propia computadora. “Fue algo bonito porque Kipi empezó a responder a la voz humana: ‘Hola, ¿cómo te llamas?’, ‘Enséñame un tema’, ‘¿Puede responderme esta temática?’, y fue mágico. Yo me acuerdo de que eran las 3 de la mañana y no me había dado cuenta, que en aquel momento empezó con sus primeras palabras”. Aquella madrugada marcó el nacimiento del primer robot quechua-hablante del mundo. ‘Kipi’ no tardó en ser llevada a las zonas rurales, donde los estudiantes la recibieron como una aliada contra el aislamiento de la pandemia.
Walter Velásquez con ‘Kipi’, el primer robot quechua hablante en el Perú. Foto: Cortesía Walter Velásquez
El proyecto educativo ‘Kipi’ de Walter Velásquez: un modelo de innovación tecnológica que impulsa la ciencia en zonas rurales
Lo que empezó como una solución improvisada, pronto se transformó en un proyecto de impacto. ‘Kipi’ pasó de ser un prototipo único a convertirse en una herramienta reproducida y mejorada con el apoyo de empresas privadas e instituciones. Se elaboraron materiales didácticos, programas radiales y hasta aplicaciones educativas. El proyecto llamó la atención a nivel nacional e internacional, y en 2023 Walter recibió el Premio Campodónico, galardón que dedicó a su comunidad.
Con los recursos obtenidos construyó la escuela ‘Kipi’, equipada con laboratorios, un museo científico y espacios de creatividad donde los estudiantes experimentan con ciencia y tecnología. Los resultados se hicieron visibles rápidamente: los alumnos de Walter empezaron a ganar concursos, representar a Huancavelica en ferias nacionales e internacionales y, sobre todo, a soñar con convertirse en científicos, ingenieros y programadores.
Hoy, el proyecto ‘Kipi’ sigue expandiéndose. Walter trabaja en nuevas versiones que incorporan inteligencia artificial, visión artificial y algoritmos que no dependan de internet, lo que haría aún más accesible que este proyecto se masifique con mayor facilidad a nivel mundial. Su iniciativa ya ha despertado interés en países como India, Bolivia, Chile, Ecuador y Estados Unidos. Pero, pese a la proyección internacional, mantiene la misma convicción: la educación debe transformar a las comunidades desde adentro y revalorizar la cultura local. Su mensaje para otros docentes es claro: la innovación no es patrimonio exclusivo de las ciudades grandes, también puede nacer en las comunidades rurales.
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