En Madrid hay una familia que ejemplifica la evolución del abordaje y tratamiento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Todo comenzó a principios de los años 90, cuando Ana, de 27 años, había rehecho su vida tras separarse de una pareja con la que tuvo dos hijos. Se encontraba en su octavo mes de embarazo con su nueva pareja cuando se enteró de que su exmarido, con quien había roto la relación hace más de un año, tuvo VIH. En ese momento, se realizó las pruebas para saber si ella también lo tenía y los resultados fueron positivos, pese a que se encontraba en buenas condiciones. En ese momento no había posibilidad de tratamiento y aunque su hijo Raúl se suponía que iba a nacer sano, tenía el virus. Sin embargo ni su marido ni sus otros dos niños dieron positivo.
Pese a que madre e hijo tenían el VIH, ninguno empezó a tomar tratamiento hasta años después, pues tenían buenas defensas. Ana comenzó con él a los tres años, cuando se volvió a quedar embarazada. “Al cuarto mes de embarazo me pusieron Retrovir [un fármaco antirretroviral cuyo principio activo es zidovudina], que es lo que se daba entonces”, comenta. La gestación continuó con normalidad y cada dos o tres meses le realizaban un control analítico para observar cómo estaba, especialmente el hierro porque este medicamento suele producir anemia.
“Cuando me quedé embarazada me propusieron abortar, pero pensé que este niño venía por algo. Raúl tenía VIH y creía que a lo mejor se nos iba a ir porque en aquel entonces no le daban más de cinco años de vida como mucho y quería que mi marido tuviera un hijo biológico. Estaba convencida de que iba a nacer sano, que no iba a tenerlo”, recuerda.
Y así fue. A los 15 días de vida le confirmaron que Luis, su cuarto hijo, no tenía VIH. Mientras tanto, la infancia de su hermano Raúl transcurría con muchos temores alrededor. A pesar de ya tener dos hijos mayores, con cada cosa que le pasaba, la familia que pensaba que era “el principio del fin”. Sin embargo, no padeció ninguna enfermedad asociada al virus.
Cuando Raúl tenía unos 12 o 13 años conoció a María en un campamento que estaba destinado a niños que tenían este virus. Ella había nacido, al igual que él, con VIH por transmisión vertical y desde los 10 años estaba tomando un tratamiento antirretroviral, mientras que él comenzó a tomarlos cuando superaba la veintena. Casi 10 años después se volvieron a reencontrar y comenzaron a salir.
A pesar de que ella tomaba la píldora anticonceptiva, este método falló y María se quedó embarazada. En ese momento, ambos tomaban tratamiento antirretroviral y la carga viral de ambos era indetectable. La gestación avanzó con normalidad y más allá de las ecografías típicas, cada cierto tiempo tenía que realizarse un análisis para comprobar que la carga viral seguía siendo indetectable. Su hija nació hace ya cuatro años y durante los primeros 12 meses tomó el mismo medicamento que ya su abuela, el Retrovir. Cuando cumplió el primer año le hicieron una analítica y otra a los 18 meses con la que confirmaron que la pequeña no tenía VIH, a pesar de que sus padres sí.
Esta historia es real, aunque los nombres son ficticios para preservar su intimidad. En apenas 35 años, la manera de abordar el tratamiento del VIH ha cambiado de manera radical y lo primeros en darse cuenta son los propios pacientes. “Ha evolucionado un mundo. Cuando me quedé embarazada de Raúl, no sabía que tenía el virus y en ese momento no había tratamiento. Tres años después ya teníamos y comencé con él a partir del cuarto mes de embarazo porque entonces no se sabía si en el primer trimestre podía provocar malformaciones. Y luego pasamos a lo que tenemos hoy, con un tratamiento que hace que tengas una carga viral indetectable y puedas tener un hijo de manera natural, como si no tuviésemos el virus”, resume Ana.
En toda este progreso, mucha culpa recae en el médico internista Jorge del Romero. Forma parte del Centro Sandoval, una institución pública referente en Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), donde ha sido director hasta este verano durante más de 20 años. Es uno de los científicos a cargo de investigaciones que han cambiado el paradigma y que han permitido afirmar que, cuando el miembro de la pareja que tiene VIH toma un tratamiento antirretroviral y tiene la carga viral indetectable, se puede tener hijos de manera natural sin transmisión.
Pero para llegar a este punto han tenido que sucederse muchos avances científicos. Del Romero llegó al centro Sandoval en 1984 a realizar su tesis doctoral cuyo tema se centró en la transmisión en parejas heterosexuales u homosexuales del que se llamaba entonces HTLV3, lo que hoy conocemos como VIH, coincidiendo con los primeros diagnósticos en este organismo público. “En ese momento todo el mundo que lo tenía se moría y hasta 1987 no hubo ningún tratamiento, que fue cuando se comercializó el primer fármaco antirretroviral que aumentaba la supervivencia a un año”, afirma el experto.
Posteriormente, empezaron a salir al mercado otro tipo de medicamentos, aunque fueron años “muy duros” hasta que a finales de 1995 y principios del año siguiente empezaron a llegar cosas “potentes”. Además, el año 1996 es una fecha marcada en el calendario del abordaje de este virus, ya que es cuando comenzó a poder medirse la carga viral en los pacientes, lo que está ligado con el riesgo de transmisión.
Paralelamente, desde 1989 se puso en marcha en el el centro Sandoval el programa de consejo preventivo dirigido específicamente a pacientes con VIH de toda la Comunidad de Madrid. En marzo de 2002, y como consecuencia de la creciente demanda de asesoramiento reproductivo, se estableció un protocolo clínico para orientar sobre los métodos reproductivos más adecuados para parejas serodiscordantes de VIH, es decir, cuando uno de los miebros tiene el virus y el otro no.
Con el paso de los años comenzaban a desarrollarse más investigaciones al respecto. En 2015, un grupo de científicos españoles, con Del Romero a la cabeza, publicó un estudio en el que las conclusiones ya empezaban a entrever lo que a día de hoy se sabe con certeza: “El riesgo de transmisión sexual del VIH de personas tratadas con Terapia Antirretroviral de Gran Actividad, Targa [tratamiento que el que se utiliza una combinación de tres o más tratamientos para tratar la infección por el VIH, que impide que el virus se multiplique y que ayuda a prevenir la transmisión del VIH a otras personas, incluso de la madre al bebé durante el nacimiento], a sus parejas heterosexuales puede llegar a ser tremendamente bajo”.
“En 1989 se puso en marcha en Madrid una cohorte de parejas heterosexuales serodiscordantes y, hasta 2010, se habían inscrito alrededor de mil parejas. En los resultados preliminares publicados en 2005, 2009 y 2010, se describió una reducción muy importante de la probabilidad de transmisión sexual del VIH cuando la pareja infectada recibía Targa. Estos resultados preliminares coincidían con otros estudios observacionales relevantes. Posteriormente, un gran ensayo clínico aleatorizado multicéntrico indicó que el inicio temprano del Targa reduce drásticamente las tasas de transmisión heterosexual del VIH”, recoge esta investigación. En este trabajo, ninguna persona que tuviera el virus transmitió la infección a su pareja, de tal manera que no se encontraron casos de transmisión ni entre las 202 parejas analizadas en la primera visita en las que ya estaba tomando este tratamiento, ni en las 199 que fueron seguidas.
De esta modo, establecieron que, con un margen de error inferior al 5%, la probabilidad de transmisión del VIH entre parejas en las que la persona que tenía el virus recibía este tratamiento antirretroviral es inferior a 1 en 2000 exposiciones de riesgo.
Posteriormente, un año después, llegó la siguiente investigación en la que ahondan en ello. Tal y como se ha comentado, a principios de la década de los 2000 se estableció un protocolo para orientar sobre los métodos reproductivos más adecuados para cada pareja, que podía ser reproducción natural, autoinseminación o reproducción asistida. El médico explica a cada pareja las opciones reproductivas y a quienes optaron por la concepción natural se les recordó la importancia de la “adherencia absoluta” a los tratamientos antirretrovirales para mantener una carga viral indetectable sostenida al menos durante los seis meses anteriores al embarazo.
“Se les aconsejó limitar sus relaciones sexuales sin proyección al periodo ovulatorio y una vez logrado el embarazo, se les indicó que reanudaran el uso sistemático del preservativo”, añade dicho estudio. También se analizó el estado serológico cada tres meses o inmediatamente ante la sospecha de embarazo, y se registró el número de relaciones sexuales vaginales sin protección.
En este estudio presentaron los resultados de este protocolo, donde consiguieron una “alta tasa de embarazos por vía natural, sin transmisión del VIH ni a la pareja ni a la descendencia, tras más de 7.000 relaciones sexuales sin protección con eyaculación y con 107 nacimientos”. Es decir, dos tercios de la pareja consiguieron tener hijos.
Este análisis concluye que las personas con VIH que desean tener hijos deben recibir asesoramiento médico especializado y que, según su experiencia, el embarazo natural podría considerarse, en condiciones controladas y en ausencias de problemas de fertilidad, como un “método seguro y eficaz” de concepción.
Del Romero saca pecho de que fueron “pioneros” en un protocolo “que después nos ha copiado la cohorte de Francia”. “Nosotros aquí hemos atendido a alrededor de mil parejas y los franceses han publicado un artículo con el mismo protocolo en 2023 con 5.482 mujeres en tratamiento antirretroviral desde antes de la gestación y no ha habido ningún caso de transmisión vertical del VIH”, detalla.
Y así se llega al momento actual, en el que si la mujer, el hombre o ambos están bajo el tratamiento antirretroviral antes de la gestación, de manera que tienen la carga viral indetectable, es posible la gestación natural sin transmisión vertical. Además, este tipo de fármacos también sirve para que, en el caso de ser una pareja serodiscordante, se evite la transmisión sexual entre ellos.
Si es la madre la que tiene el virus, es lo “más complicado”, pues hay que evitar dos transmisiones, tanto a la pareja, como la transmisión vertical a su bebé. Además, es importante que ninguno de los miembros tenga ITS y que no haya problemas de fertilidad. Tampoco se recomienda la lactancia materna y es mandatario que el tratamiento que recibe la madre no sea teratogénico. “Hay otra medida de seguridad que, en mi opinión no es necesaria, pero que se podría añadir que es poner PrEP al miembro negativo de la pareja”, añade Del Romero.
Estas afirmaciones son posibles gracias a numerosos estudios que lo certifican. Del Romero insiste en que de unas 14.000 parejas serodiscordantes, exceptuando dos casos en periodo ventana, no ha habido transmisión heterosexual ni homosexual, con el miembro positivo tomando el tratamiento antirretroviral y estando en supresión viral persistente. De los nueve estudios que conforman estos datos, en seis ha participado el Centro Sandoval.
Por ello, este médico recomienda acudir al centro del que sigue formando parte para aconsejar a las parejas que se encuentren en esta situación. “Llevo más de 40 años trabajando y esto es lo más bonito que he hecho en mi vida”, reconoce. Son cientos de familias las que han pasado por su consulta, como la de Ana, incluso algunas han optado por ponerle el nombre de la persona que les ha ayudado a ser padres: Jorge.
QvaClick recopila noticias desde fuentes oficiales y públicas. Los derechos pertenecen a sus respectivos autores y editores. QvaClick no se hace responsable de los contenidos externos enlazados.
En QvaClick puedes lanzar tu proyecto hoy mismo o empezar a vender tus servicios. ¡Conéctate con clientes y freelancers en un solo lugar!
Copyright 2025 © QvaClick. All Rights Reserved.