“‘Matrix’ me permite mostrar cómo funciona el cerebro”

¿Pueden adquirir consciencia las máquinas? ¿Cómo replicar con transistores la actividad coordinada de las neuronas que nos permiten pensar? ¿Podrían los animales adquirir esta capacidad? Por años, estos temas nutrieron el género de la Ciencia Ficción. Hoy, sin embargo, corresponden más bien al campo de la reflexión filosófica y la investigación de la neurociencia. Como advierte el físico y filósofo argentino Rodrigo Quian Quiroga, implantar memorias, comunicarse con pacientes en coma, crear cyborgs o hacer caminar a un paralítico han dejado de ser quimeras literarias. Son realidades sólidas y verificables deslumbran tanto a los legos como a los estudiosos del cerebro.

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Invitado al Hay Festival de Arequipa, que se desarrollará del 6 al 9 de noviembre en Arequipa, Quian Quiroga viene con su más reciente libro salido de imprenta: “Cosas que nunca creeríais”. En él, utilizando como pretexto sus filmes favoritos de CiFi para profundizar en los hallazgos más recientes en la investigación neurocientífica y filosofar sobre sus alcances. “La filosofía está cambiando y no nos estamos dando cuenta. En el futuro, cuando se estudie el principio del siglo XXI, se dirá: “Fue cuando hubo una revolución mucho más grande que la de Descartes al fundar la filosofía moderna”, afirma.

— ¿Vienes del mundo de la física y la filosofía. ¿Cuán importantes resultan las humanidades para tu investigación científica?

Como científico, me hago las mismas preguntas que se hacían Platón, Aristóteles o Descartes. Creo que un científico sería muy arrogante si piensa que lo único que vale leer son las publicaciones de las revistas científicas. Lo que me ofrece la filosofía, la literatura o el arte es una visión distinta y más profunda de los problemas que abordo en el laboratorio.

— Ejemplo de ello es tu libro sobre Borges y la memoria…

Borges me hizo pensar en preguntas que van mucho más allá de cómo se dispara o no una neurona. Mi trabajo como científico es describir qué hacen las neuronas. Sin embargo, leer filosofía hace darme cuenta que la verdadera pregunta no es cómo disparo una neurona, sino qué me hace humano con eso. Una pregunta con mucha más dimensión, contenido y profundidad.

— Sueles decir que lo único que hiciste fue patentar para la ciencia lo que Borges hizo en la literatura. ¿Cómo la intuición borgiana te ayuda en tu trabajo en neurociencia?

En su cuento “Funes el memorioso”, Borges describe cómo sería la vida de una persona con una memoria infinita. Y su conclusión es muy contraintuitiva: se da cuenta de que eso, más que una virtud sería una maldición. Ese hombre vivía abarrotado de detalles. Borges te permite entender que, en gran parte, el pensamiento humano se basa en dejar de lado los detalles para concentrarse en lo esencial. Yo descubro neuronas que hacen eso: no responden a detalles, sino a conceptos. Por supuesto, Borges no sabía de neurociencia, pero sus intuiciones me permiten entender la implicancia de mis resultados.

— Esa neurona que descubrirte la bautizaste como “Jennifer Aniston”. ¿Qué tiene que ver la actriz en tu hallazgo?

Estas neuronas son la base de la memoria, de cómo creamos y cómo codificamos recuerdos. Y la codificación de recuerdos está basada en abstracciones. Tu no te acuerdas exactamente cómo se veía una persona en un determinado momento, qué vestido llevaba o cómo iba peinada. Tú recuerdas lo esencial. Haberla visto y haber hablado con ella de tal tema. Pero te olvidas del color de su corbata, a no ser que prestes mucha atención a eso. Esa es una característica fundamental del pensamiento humano: saltarte los detalles y recordar conceptos específicos. Es algo mucho más elevado que el registro exacto de lo que pasó. Interpretaste una situación, extrajiste conceptos de ella y los evocaste en tu pensamiento. Eso se llama metacognición. Te pongo un ejemplo concreto: la genialidad de Newton no tuvo que ver con escribir la Ley de la gravedad. Su genialidad fue darse cuenta que lo que hizo que una manzana caiga de un árbol es lo mismo que hace que la luna gire alrededor de la Tierra. Si Newton hubiera pensando en detalles como que la manzana era roja o verde o que tenía un agujerito de gusano, se hubiera perdido.

(Foto: Getty Image)

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/ Mike Marsland

— Soy curioso: ¿Jennifer Aniston ha comentado tu descubrimiento? ¿Le gusta que tu neurona lleve su nombre?

Sí. Por allí tengo una nota suya. Y pensaba hablar de ello en Arequipa. Vi un reportaje donde le preguntan por esto y su reacción es muy graciosa. Voy a mostrarlo, pero permíteme esperar al festival (sonríe).

— Comienzas tu libro “Cosas que nunca creeríais” hablando de Inteligencia artificial, a propósito de “2001: odisea en el espacio”. ¿Qué hace que el filme de Kubrick conserve hoy su vigencia?

Además de su belleza visual increíble, pienso que su actualidad está en la idea de que la computadora HAL sea una lucecita roja que empieza a darte miedo, a convertirse en una amenaza. Esa es la genialidad de Kubrick: hacer que un circulito rojo, de repente, sea un ente con conciencia. Y sus actos se justifican con la defensa propia, el sentimiento más humano que hay. En 1968, cuando se estrenó la película, yo recién tenía un año. En esa época no teníamos ni calculadoras científicas, menos hablar de computadoras personales.Que entonces haya un tipo que pensara en una computadora con sentimientos y conciencia me parece fabuloso.

— ¿Crees que las máquinas puedan alcanzar una capacidad de abstracción como la humana?

En principio, no hay ningún motivo por el cual no pueda pasar. Nada imposibilita que lo que se implementa con neuronas pueda implementarse con transistores. Habiendo dicho eso, los científicos no tenemos ni idea de cómo hacerlo. El proceso de abstracción es algo muy humano, y eso las computadoras aún no lo logran. Es muy difícil escribir un algoritmo que le permita entender qué es lo importante y qué lo accesorio. En nuestro caso, ser el resultado de millones de años de evolución nos dio esa capacidad.

— Otro filme que abordas es “Blade Runner”. ¿Cómo imaginas que un ser artificial podría adquirir conciencia?

En el capítulo sobre “Blade Runner”, tomo la escena en que Rick Deckard, el cazador de androides, utiliza la máquina Voight-Kampff diferenciar a los replicantes de los humanos. ¿Cómo darse cuenta que una máquina es consciente? Es lo que en ciencia llamamos el test de Turing, un examen para reconocer si una máquina puede engañar a un humano, haciéndole pensar que habla con un semejante. Lo cierto es que las máquinas no tienen sentido común, la capacidad de hacer analogías o inferencias. Una máquina no puede enfrentar situaciones nuevas sin entrenamiento previo. No tiene una intuición para reaccionar a situaciones nuevas. Eso me lleva a la discusión alrededor de Blade Runner: con los avances en neurociencia e inteligencia artificial, podríamos plantear un nuevo test para saber si una máquina es consciente. En la película, la máquina que usa Harrison Ford está muy bien hecha: se enfoca en el ojo del replicante, pues el diámetro de la pupila mide la reacción emotiva de una persona. Así, una pregunta cargada emocionalmente en los humanos siempre conseguiría una respuesta positiva.

— Una película como “Matrix” no podía faltar en un libro de neurociencia. Tú señalas que ya es posible generar sensaciones o evocar memorias a partir de la estimulación eléctrica. ¿Podrías profundizar en eso?

Matrix me sirve para hacer entender a la gente cómo funciona el cerebro. Creo que vivimos en una Matrix, no una generada por inteligencia artificial, sino por nuestro propio cerebro: la realidad es una construcción. Esto ya es filosofía pura y dura, no es neurociencia. Esto ya se lo planteaba Platón en su alegoría de la caverna. Y Kant lo resuelve con su idealismo trascendental: tu tienes una representación interna de las cosas, pero está también la cosa exterior, no la creas de la nada. Así, hay una realidad exterior, pero nosotros no tenemos acceso a ella. Solo tenemos acceso a nuestra interpretación de esa realidad exterior, no a la cosa en sí misma. Eso es lo que dice Kant. Entonces, Matrix me da el punto de partida para explicar cuál es la visión que hoy día tenemos en neurociencia de cómo funciona el cerebro?Entonces, si tú no representas la realidad tal cual es, sino como interpretaciones de la realidad en base al disparo de tus neuronas, en principio es posible que, si las estimulas artificialmente, puedas modificar la realidad de alguna manera. Y eso es algo que ya se hace en laboratorio. Implantar una memoria, por ejemplo. Estimulando neuronas, le haces creer a un ratón que vivió algo que nunca vivió. Y el ratón reacciona como si hubiera vivido lo que no pasó nunca.

— A partir de Minority Report, planteas un debate filosófico sobre el libre albedrío. Desde tu perspectiva, señalas que este no existe, que también es una ilusión. ¿Porqué?

Para mí, la pregunta sobre el libre albedrío no tiene sentido. Si mis decisiones son el disparo de mis neuronas, ¿dónde está mi libertad? Somos el disparo de nuestras neuronas. Si dejas de lado el dualismo cartesiano, no tiene sentido preguntarte si son tus neuronas o tu mismo el que toma una decisión. Tus neuronas y tu son lo mismo. Entonces, que tomes una decisión quiere decir que tus neuronas están respondiendo de una manera específica. Es un proceso determinista. Eso te deja cierto sinsabor. Pensar que todas nuestras decisiones están ya predeterminadas. Personalmente, pienso que lo que nos salva de esta desolación del libre albedrío es otra teoría física: la teoría del caos. Es la que te dice: “Sí, está bien, el universo y tus decisiones puede estar determinadas, pero igual son impredecibles. O sea, nadie puede predecir cómo vas a actuar porque tu cerebro es un sistema tan complejo que es imposible predecir decisiones complejas.

EL DATO

En Lima, Quian Quiroga ofrecerá la conferencia “¿Qué nos hace humanos?” el lunes 10 de noviembre, a las 7 pm. en el CCPUCP de San Isidro. La entrada es libre.

En el Hay Festival de Arequipa, el investigador argentino tiene programadas tres presentaciones, el 7 y 8 de noviembre. Vea la web hayfestival.com/arequipa

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