Dan Brown: “Estoy convencido de que la conciencia humana sobrevive a la muerte del cuerpo”

Estucos dorados, mármol a tutiplén y 140 periodistas y editores de todo el mundo con el cuello retorcido y los ojos como platos bajo una bóveda atiborrada de frescos y molduras floreadas. Imponente envoltorio, sí señor, el de la capilla de los espejos del Clementinum de Praga (República Checa). Una maravilla barroca que, no cuesta entender por qué, Dan Brown (Exeter, New Hampshire, 1964) ha escogido cuidadosamente para la presentación mundial de ‘El último secreto (Planeta, Columna en catalán), novela con la que el hombre récord del ‘best seller’ internacional exprime el encanto turístico y necromántico de la capital de Bohemia mientras enfrenta a su héroe favorito, el profesor de simbología Robert Langdon, a organizaciones paragubernamentales, criaturas de la mitología judía, neurocientíficas sin escrúpulos, diplomáticos con cuerpo de conspiración y agentes de la ÚZSI, el servicio de inteligencia checho, cegados por la sed de venganza.

¿Un resumen sin ‘spoilers’? La conciencia como arma e instrumento de dominación global. “Si me hubiesen preguntado hace años qué pasa después de la muerte, hubiese dicho que nada. Cable cortado, ordenador apagado. Ahora, en cambio, estoy convencido de que la conciencia humana sobrevive a la muerte del cuerpo”, titula el estadounidense al poco de tomar asiento.

Dan Brown en estado puro (¡pero si hasta aparece por ahí el Codex Gigas, la temible ‘Biblia del Diablo’!) tras los casi ocho años de sequía y barbecho que han pasado desde que publicó ‘Origen’, novela ambientada íntegramente en tierras españolas. Así que música de órgano (el mismo que, dicen, tocó Mozart cuando pasó por aquí), llave de la ciudad de manos del alcalde y focos a punto para alumbrar uno de los fenómenos editoriales de la temporada, con traducciones a 56 idiomas, 500.000 ejemplares publicados en España y Latinoamérica (la cifra global, ay, sí que es el último secreto) y un nuevo escenario convertido en multitudinario objeto de deseo.

Ocurrió con París (‘El Código da Vinci’), Roma (‘Ángeles y Demonios’) y Florencia (‘Inferno’) y ocurrirá, seguro, en cuanto Netflix complete la operación estrenado la serie de ocho capítulos que ha acordado realizar a partir de ‘El último secreto’. “Praga es perfecta, Hay callejones empedrados, catedrales, iglesias, criptas, cientos de torres. Es una ciudad llena de secretos”, asegura. 

PRAGUE (Czech Republic), 09/09/2025.- People stand in line under the Astronomical Clock to buy the first copies of Dan Brown's new book The Secret of Secrets during an early morning book launch at the Old Town City Hall in Prague, Czech Republic, 09 September 2025. The Secret of Secrets, the new novel featuring Robert Langdon, launches in Prague. The story takes place in Prague, London, and New York. (República Checa, Londres, Nueva York, Praga) EFE/EPA/MARTIN DIVISEK

Colas en la plaza de la Ciudad Vieja de Praga el pasado 10 de septiembre para conseguir una copia firmada de ‘El úlltimo secreto’ / MARTIN DIVISEK / EFE

De momento, el desembarco de Langdon ya se ha traducido en un fenómeno casi sin precedentes: colas de 200 metros y toda la noche al raso para conseguir uno de los 100 ejemplares firmados del libro que se pusieron a la venta en el Ayuntamiento de Praga el 9 de septiembre y rutas literarias que, antes incluso de que libro echase a volar, ya prometían ver la ciudad a través de los ojos del intrépido académico y seguir sus pasos “mientras se enfrenta a fuerzas misteriosas, agencias de inteligencia y a una conspiración internacional”. “En cuanto di con el tema supe que la novela tenía que estar ambientada aquí -reconoce Brown-. Es una ciudad de magos, alquimistas y cabalística, y todo eso lo puedes sentir paseando por la noche”.  

Choque de ciencias

Praga, capital mística de Europa y refugio de astrólogos y alquimistas, es un decorado de excepción para una historia construida a partir de las fricciones entre la ciencia materialista y las teorías noéticas de estudio de la conciencia, una ligera variación a la tradicional disputa entre razón científica y fe religiosa que caldea los ánimos en las novelas del estadounidense. “Ciencia y religión son dos lenguajes diferentes intentando contar la misma historia. Pueden coexistir, ya que al final intentan contestar preguntas que se nos escapan. El problema está en leer las escrituras de forma literal ya que, según eso, la evolución no habría sido posible”, reflexiona Brown, conocido por su habilidad para irritar a élites religiosas y organizaciones ultracatólicas con sus espídicos ‘thrillers’.   

En ‘El último secreto’ son dos maneras de acercarse a la ciencia las que han dado forma a la que, asegura Brown, es su creación más ambiciosa y compleja. Un rompecabezas en forma de intriga que reflexiona sobre la naturaleza y el (inquietante) futuro de la conciencia humana entre sprints por el lóbrego puente de Carlo, accidentadas incursiones en el Bastión del Crucifijo, fortín medieval convertido el laboratorio neurológico, y reparadores espressos en La Boheme Café. De fondo, poniendo de los nervios a un Langdon por primera vez embarcado en una relación amorosa, la desaparición de su pareja, la científica noética Katherine Solomon; la alarmante presencia de un Golem de comportamiento errático; y el robo de un manuscrito en el que Solomon parece haber resuelto los secretos de la conciencia externa y, más importante aún, la vida después de la muerte. “Escribir este libro ha sido muy difícil, el tema es excepcionalmente difícil. Es como construir un thriller con humo”, asegura. 

La vida después de la muerte

Fue precisamente la pérdida de su madre la que llevó a Brown a las puertas de ‘El último secreto’. “Justo cuando empecé a trabajar en el libro, hace ocho años, mi madre murió de leucemia, así que inevitablemente me pregunté qué ocurría después de la muerte. Si me lo hubiesen preguntado hace años, hubiese dicho que nada. Cable cortado, ordenador apagado. Ahora, en cambio, estoy convencido de que la conciencia humana sobrevive a la muerte del cuerpo”, explica. Y lo está, añade, porque lleva años estudiando el poder de la mente en el mundo físico, un tema que ya abordó en ‘El símbolo perdido’ y que convierte aquí en el centro del relato. “He pasado mucho tiempo en el mundo de la noética, de la conciencia, y cuanto más sé más asombrado me quedo. Estoy convencido de que el modo en que los humanos conectamos cambiará también físicamente. Es un momento de transición que entenderemos dentro de unos diez años”, profetiza. 

Cita Brown casos de gente que ha despertado de un golpe de un accidente hablando chino con fluidez o tocando el violín en modo virtuoso, algo que, asegura, la ciencia materialista no ha sido capaz de explicar. Quizá ahí haya, quién sabe, otra novela, una que asegura que no tardará otros ocho años en llegar. Su agente, bromea, no lo permitiría. Tampoco un Robert Langdon poco amigo de quedarse chupando banquillo. “Lo divertido de tener éxito es que a tus personajes les da igual cuántos libros hayas vendido. Se levantan esperando a ver qué vas a hacer con ellos”, dice. 

Optimista a pesar de todo -“es importante recordar que la mayoría de cosas que ocurren en el mundo son positivas, los horrores son estadísticamente una minoría”, asegura-, Brown no sabe dónde ambientará su próxima novela y no quiere saber si alguna agencia de seguridad como las que aparecen en ‘El último secreto’ le ha echado el ojo, pero si de algo está seguro es de que su único talento es la perseverancia. “El siguiente reto es la página en blanco”, zanja.  

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