“La ciencia ficción ha sido sobrepasada por la realidad”

Villa Diodati es el nombre de la célebre mansión suiza donde una fría noche de 1816 Lord Byron animó a su médico John Polidori y a sus amigos, Mary y Percy Shelley, a crear los monstruos más terroríficos jamás imaginados. De aquella reunión germinó la idea de Frankenstein y el primer relato moderno de vampiros.

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Villa Diodati es también el nombre del edificio miraflorino donde ocurre la más reciente novela del escritor Dany Salvatierra (Lima, 1980), “Criaturas virales”. La coincidencia no es gratuita: en cada departamento, limeños del futuro comparten las más febriles pesadillas, mientras que las explosiones en la puerta nos hablan de una sociedad en violento trance.

“Se me ocurrió el nombre como un homenaje, una suerte de Villa Diodati futurista”, nos comenta el autor a propósito de sus monstruos propios. Su Villa Diodati también tiene una oscuridad envolvente, símbolo de la pandemia vivida y de su visión de un futuro distópico.

—Como en la serie “Black Mirror”, tus relatos hablan de ‘poshumanos’, todos llevando orgullosos un dispositivo en la cabeza…

Lo hice inconscientemente. Claro que he visto “Black Mirror” y pienso en episodios como “San Junípero”, donde toda una vida puede subirse a la nube. Siempre he sentido una curiosidad extrema por lo que pasará en el futuro y esta serie comunica muy bien esa curiosidad. ¿Te imaginas que dentro de tu cerebro, como ocurre en “Black Mirror”, te aparezca publicidad y spam? En el libro advierto la diferencia social de quienes poseen esa tecnología. Los pobres no tienen un chip implantado, pero las personas de clase media sí, y deberán esforzarse mucho para mantenerlo. Al escribir mis relatos, me preguntaba qué se sentiría tener ese dispositivo en la cabeza…

La revista Science Fiction Quarterly presenta una imagen de una planta devoradora de mujeres en su número de febrero de 1954, publicado en la ciudad de Nueva York. (Foto: Getty Images)

La revista Science Fiction Quarterly presenta una imagen de una planta devoradora de mujeres en su número de febrero de 1954, publicado en la ciudad de Nueva York. (Foto: Getty Images)

/ Transcendental Graphics

—Como en “1984” de Orwell, en tu libro en el Perú se vive un gobierno totalitario. Se trata de una dictadura progre, un régimen “neomestizo indigenista” que censura los libros de Ribeyro por ser escritos por un hombre blanco, burgués y cisgénero. Tus personajes son hasta cierto punto reaccionarios frente a ese sistema…

No pretendo decir que el ultraprogresismo sea el nuevo fascismo, pero pienso que toda forma de totalitarismo es peligrosa y condenable. Pensando en la cultura de la cancelación, creo que se le fue un poco la olla al progresismo. Ahora, por donde pises, todo parece un suelo de cristal. Vivimos en un contexto en que todo ofende, donde la palabra ‘privilegio’ se utiliza en todo. Uno no puede ya tener una opinión personal…

—Son muy divertidas las alertas de lenguaje ofensivo que hace el gobierno en tu novela. El mundo se cae, la violencia impera, pero el poder multa a sus ciudadanos por soltar un insulto…

¡Es que eso ocurre! Hay toda una reinterpretación del lenguaje que intenta imponernos qué resulta ofensivo y qué no. Veo en YouTube esos videos de “reacciones”, en las que un ‘centennial’ ve por primera vez, ofendidísimo, la serie “Friends”, o las telenovelas de los noventa que hoy sería imposible escribir. Ahora debemos pensar mucho antes de atrevernos a decir algo, porque todo puede hacer que te cancelen. Por eso mi inquietud de escribir algo como este libro: quería saltarme la dictadura de lo políticamente correcto.

—Una de las hipótesis más tristes de tu libro es la proliferación de libros escritos por la IA. ¿Crees que la inteligencia artificial ocupará cada vez más espacios que creíamos restringidos a lo humano?

Hemos llegado al punto en que muchos videos y fotografías producidas por la IA son ya tomados como reales por la gente. Ahora que las máquinas han adquirido ese poder, los trabajos se simplifican, mientras que en los colegios los alumnos hacen su tarea con ChatGPT. Hay que ver cómo sobrellevamos esto de la mejor manera, sin que todos terminemos locos o matándonos unos a otros.

—En todo relato apocalíptico, un tema clave es la degradación de los cuerpos. En tus cuentos, la decadencia física es palpable. ¿Cómo te acercas al tema?

A partir de las películas con las que crecí. Pienso en “The Body Horror” de Cronenberg, por ejemplo. Crecí fascinado con el ‘gore’ y las películas de muertos vivientes. Por otro lado, algo de lo que ya no se habla mucho: en mi adolescencia el sida era una amenaza constante. Yo sigo obsesionado con el tema, y siento mucha paranoia. Y no lo digo por pertenecer al colectivo. La mayoría de personas de nuestra generación tiene la misma reserva. Crecimos en una época en que la sexualidad era vista con miedo y opresión. Y eso deja secuela. En mi caso, la idea de que algo malo puede pasarte si sigues explorando tu sexualidad. No es algo con lo que las nuevas generaciones se identifiquen, pues ya existen tratamientos, pero en mi época era distinto. Y todas esas paranoias están en lo que escribo.

—¿Eléctrico ardor, el movimiento subversivo que amenaza la sociedad en tu libro, postula como última gran revolución la idea de cancelar el mundo y habitar una simulación. ¿Es una parodia del fracaso de los grandes relatos revolucionarios?

Siempre lo he visto así. En mi casa siempre hubo aguerridos revolucionarios: mi abuelo, mi papá, mi tío. “Eléctrico ardor” surgió de todas esas revoluciones familiares irresolubles que se quedaron en el aire. Es el destino de muchos regímenes que nacieron con la esperanza de cambiar las cosas y al final terminaron haciendo lo opuesto.

—¿Cómo ves el momento para la ciencia ficción local?

Se está produciendo mucho más por la incertidumbre que vivimos. Quizás no sea ciencia ficción lo que hacemos, sencillamente se trata de un nuevo realismo. El género fue sobrepasado por la realidad. Es irrefrenable la velocidad con la que todo ocurre.

Criaturas Virales

• Dany Salvatierra

• PRH

• 2025

• 264 páginas

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